Vista Medina
Titulo
Villa histórica, monumental, escultórica y paisajística
Villa de las Ferias

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VI - DE DOÑA LEONOR A DOÑA ISABEL

46. - Precedentes. 47. - Señorío del Infante D. Fernando, de su esposa Dª. Leonoir y de su hijo D. Juan II de Navarra. 48. - Corte de D, Juan II de Castilla. 49. - El de Navarra pone sitio a Medina. 50. - Avenencias frustradas. 51. - Entra en Medina el de Navarra. 52. - Exoneración de D. Álvaro de Luna y otras consecuencias. 53. - Nuevas revueltas. 54. - Corte de Enrique IV. 55. - Lucha de Medina contra Fonseca. 56. - Advenimiento de los Reyes Católicos . 57. - Muerte de Dª. Isabel. 58. - Proclamación de Dª. Juana. 59. - Mercedes concedidad a Medina por los Reyes Católicos. 60. - Canal de Isabel la Católica. NOTAS

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46. - Precedentes

No sabría yo hacer, aunque lo intentara, un resumen de los sucesosculminantes de que fue teatro nuestra villa en el periodo de tiempo jalonado por estas dos ínclitas reinas, tan bien hecho como el que nos presenta Quadrado en el libro Recuerdos y bellezas de España y que ha servido de base a cuanto se ha escrito sobre Medina en enciclopedias y otras obras de divulgación. Por eso, ahorrándome trabajo, me limito a trasladar a estas páginas su compendiosa relación, ampliada únicamente de los hechos acaecidos en los reinados procedentes.

Fue Medina uno de los lugares dados en arras por Alfonso VIII, en 1170 a su consorte Dª. Leonor de Inglaterra. Tuvo voto en las Cortes que se celebraron en Burgos el año 1217. hallándose a ellas en su nombre Rui de Medina y García de Medina, y en tiempo de Enrique II, en otras que se celebraron en Madrid el año 1390, fueron sus procuradores Gonzalo Ruiz y Juan de San Pedro. Sirvió nuestra villa a San Fernando --a quien se atribuye la fundación del convento de Santa Clara-- en la conquista de Córdoba. La visitó Alfonso X el Sabio, en 1258, y completó su primitivo fuero con importantes leyes reguladoras del Concejo. Estuvo en ella Sancho IV en 1291, para pedir la ayuda a los medinenses en el cerco de Algeciras. Su hijo Fernando IV el Emplazado quiere celebrar Cortes en Medina, pero nuestro concejo, mostrando más lealtad a Dª. María de Molina que a su hijo, decide cerrar sus puertas al Rey, y solo obedece la orden regia y consiente la celebración de las Cortes, cualdo resuelve asistir a ellas la misma Dª. María para interponer su valimiento cerca de los procuradores en favor del hijo ingrato que, mal aconsejado, comete la irreverencia de pedir cuentas de la Regencia a su virtuosa madre, comprobándose que la insigne dama había vendido sus alhajas para sostener la comprometida causa del Rey, su hijo en las revueltas de la minoridad, no reservándose más que un vaso de plata... Grandes fiestas celebró por entonces la villa, con motivo de haberse entrevistado en ella los reyes de Portugal, D. Dionís y su mujer Santa isabel, con los nuestros.

En 1318 vuelven a celebrarse Cortes durante la minoridad de Alfonso XI a quien sirven después fielmente los medinenses en la batalla de Salado, y particularmente D. Diego Fernández de Medina, primer señor de Bobadilla y camarero de dicho rey, de quien recibió cuantiosas donaciones, a juzgar por el testamento del mismo D. Diego, que se conserva en el archivo de la parroquia de la Antigua, donde fundó tres capellanías una de ellas en sufragio del alma de dicho rey, "e la otra capellanía por los reyes que vernan, que los mantenga Dios e los deje facer mejor"

En Medina se encuentra una reina infortunada, la triste Blanca de Borbón, en 1353, llorando al lado de su suegra Dª. María de los desvaríos de su esposo D. pedro el Cruel, cuyo ministro, D. Juan Alfonso de Alburquerque, caído ahora en desgracia y coaligado con los enemigos del Rey, muere aquí con sospechas de envenenamiento, como murieron después, víctimas ciertas del odio implacable de el Cruel, Sancho Ruiz de Rojas y el adelantado Pedro Ruiz ce Villegas. Nuevas cortes se celebran en Medina, en 1370, convocadas por Enrique II el de las Mercedes, para pedir cuantiosos donativos con que pagar a los adalines extranjeros que le ayudaron a destronar y matar a su hermano, y diez años más tarde las junta nuevamente su hijo Juan I para decidir a cual de los dos Pontífices, el de Roma o el de Avillón, ha de prestar obediencia Castilla.

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47. - Señorío del Infante D. Fernando, de su esposa Dª. Leonor y de su hijo D. Juan II de Navarra.

"Con estas coincide (seguimos ya literalmente a Quadrado, pág. 452) el nacimiento de un infante, segunda prole del Rey y de Leonor de Aragón, y sin saberlo festeja Medina al que ha de poseerla en señorío y ceñir más adelante la corona materna (40 R. b).Dícese que una noche, al volver el monarca del bosque de Carrioncillo, aquejado de oculta pena, frente a la parroquia de San Andrés, se le hizo visible el Santo Apóstol, desmintiéndole los celos que a nadie había revelado y anunciándole que le daría la Reina un hijo para el día de su festividad: y con efecto, el día 30 de noviembr3 nació D. Fernando. Pero la villa natalno le fue dada desde luego; confiriéndola primero el Rey a su segunda esposa Beatriz de Portugal, y revocando luego su disposición, al firmar con su primera Constanza la paz sellada con un enlace, se la dio de vida juntamente con Olmedo. La hija del rey D. Pedro, antes de volver a Inglaterra con su marido, quiso visitar en el mes de agosto de 1388 aquel corto legado que le quedaba del Reino de su padre, y allí, extinguidos los odios hereditarios, recibió del hijo de Enrique de Trastámara, que iba a ser su consuegro, obsequios y honores verdaderamente reales".

"Por fin, en 1406, sin averiguar el tiempo el modo, había pasado ya Medina al Infante, cuando bajó la advocación de San Andrés, su Patrono, fundó el convento de Dominicos. Al partir para su gloriosa campaña contra los sarracenos, escogióla por residencia de sus numerosos hijos y de su esposa, Leonor Urraca, a quien se le hizo tan agradable, que en los días de su viudez, saliendo de las tierras de Aragón, donde había reinado, volvió a fijarse en ella con preferencia a cualquier otros retiro. Con justas y lucidos festejos celebrándose allí, a presencia suya, el 20 de octubre de 1418, los desposorios de su hija María con Juan II y su elevación al trono de Castilla, a la cual siguió la reunión de Cortes en el próximo año. Pero desgraciadamente para la quietud de Medina, D. Fernando, al morir el Rey de Aragón, la había legado a su segundo hijo D. Juan, a quien vio nacer aquella con fatal agüero en 1397. (40 R. d). Ceñida apenas la corona de Navarra, vino el cizañero príncipe, más bien que a visitar a su madre, a tramar alzamientos con los grandes castellanos, a quien llegó con juramento por el mes de noviembre de 1426 en la cercana ermita de Horcilla. Durante las guerras intestinas que provocó, aquella fue suplaza fuerte y su campamento; pero muy pronto, trocada en mejor la suerte, vencidos los rebeldes y echados los extranjeros, vino a ser por algunos años la corte de Juan II. La Reina viuda de Aragón, para que no protegiese a sus hijos los Infantes, hubo de salir desterrada a Tordesillas; aunque en breve acatando su dignidad y sus virtudes, fue restituida al venturoso asilo que se había labrado en el convento de monjas dominicas de Santa María la Real, donde expiró en diciembre de 1435, bendecida del pueblo y transida de dolor por el cautiverio de sus hijos en Ponza. En aquel templo yace la fecunda madre de Reyes y de Reinas al lado de su cuarta nieta Magdalena, infanta de Navarra, que entregada en rehenes a los Reyes Católicos, feneció doncella en mayo de 1504".

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48. - Corte de D. Juan II de Castilla.

"Mientras residió en Medina, Juan II, rodearon casi perennemente su Trono las asambleas del Reino. A finales de 1429 se concedían 45 cuencos para resistir a las invasiones de los reyes hermanos de Aragón y Navarra; en 1430 se confiscaban los Estados a los rebeldes Infantes y a sus adictos, repartiendo entre los fienes sus despojos, medida a que rehusaron suscribir los procuradores antes de consultar a sus ciudades respectivas; en 1431, por octubre, se otorgaba la paz a los portugueses y se votaban recursos para continuar la guerra de Granada tan gloriosamente empezada aquel año, perturbando el público regocijo de aquellos días de recelos de nuevos trastornos y las prisiones decretadas contra los Velascos y los Toledos; en 1434 se dictaban ordenanzas contra las banderías, y era arrestado el revoltoso D. Fadrique de Luna, hijo bastardo del rey Martín de Sicilia y emigrado de Aragón, a quien cuatro años atrás había cogido allí la Corte, prodigandole distinciones y píngües rentas. Durante el siguiente invierno una desastrosa avenida de Zapardiel vino a demostrar, que tan pequeño como era, podía convertirse en azote de la villa, y el Rey desistió del proyecto de traerle nuevos caudales, cegando la zanja abierta con este objeto. Días de grandeza para Medina, días de gloria para sus hijos, cuyo pendón, mejor que en las contiendas civiles, ondeaba victorioso en los campos granadinos, conquistando, ya en el asalto de Ronda, ya en el combate de la Higuera, aquellas aldabas y cadenas que cuelgan todavía en su iglesia principal (1), aquellos trece roeles plateados en campo azul que blasonan su escudo..."

"Continuaba en posesión de Medina el rey de Navarra, a pesar de sus deméritos, pues en 1436 la señaló en dote a su hija Blanca, desposada con el Príncipe, para que así volviese a la Corona de Castilla; pero cansado de sus continuas tramas el soberano, creyó llegada la hora de confricarla irrevocablemente. Habitaba allí, como solía, Juan II, ora prendiendo,ora perdonando, ora en abierta lucha, ora en transacciones con los descontentos, entre los cuales se contaban su consorte y su propio hijo, receloso, clemente y pródigo siempre fuera de sazón, cuando en el verano de 1442 apareció cerrada la villa por las huestes de los Infantes".

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49. -El de Navarra pone sitio a Medina.

Este cerco merece por nuestra parte mayor atención que la que presta Quadrado, y al efecto requerimos el concurso del cronista Fernán Pérez de Guzmán. El Infante medinense D. Juan, rey de Navarra y señor de Medina a la vez, era, juntamente con su hermano D. Enrique, cabeza de los nobles castellanos que constituían la parcialidad encarnizadamente opuesta, no precisamente el Rey, sino a su privado el condestable D. Álvaro de Luna, cuyo anulamiento político pretendían por todos los medios. Marcharon, pues, los Infantes con el almirante D. Fadrique Enríquez, el conde de Benavente y otros parciales a tierra de Toledo para hacer guerra al condestable en las villas de su pertenencia, y mientras tanto el rey D. Juan entró en Medina por tratos que tuvo con los de la villa que le abrieron las puertas, traicionando al de Navarra. Faltábale apoderarse de la Mota y lo logró de esta manera, según el citado cronista: "Había metido en el trato con los de la Mota de la parte del Rey, Fernando Álvarez de Toledo, conde de Alba: e porque en la Mota estaban doscientos e cincuenta hombres de pelea y no tenían bastecimiento de pan e menos de vino, e sabían en cómo el Rey los comenzaba a minar, oviéronse de concertar con él de entregar al Rey la fortaleza de la Mota en esta manera: que el Rey viniese con su persona a tomar la Mota por una puerta que está contra san Juan del Alcoba (San Juan del Azogue, 4 R.), e que ellos saliesen por otra puerta que sale a la puerta de Arciles (del Arcillo, 15 R.), y se fueran a Pozal de Gallinas, aldea de Medina, e dende donde quisieran. Y el trato así asentado, el Rey vino a la Mota e fue apoderado de ella, e dejó en ella por guarda que la tiviese por él Gonzalo de Guzmán, señor de Torrija".

Pocos días después entraba también en Olmedo, igualmente del señorío del de Navarra, el cual, al saberlo, volvió con los suyos y no tardó en señorearse de nuevo de la villa vecina el 20 de mayo de 1441, y desde allí se dirigió a Medina al frende de 2.300 hombres de armas y ginetes "e pasaron entre la ermita de San Cristóbal e Medina, sus batallas ordenadas. E desque el Rey supo que en aquella manera pasaban, salió fuera de la villa por la puerta de Arcillo con hasta mil e doscientos hombres darmas e ginetes que tenía, e púsose en las huertas cerca de Santa Clara, e allí tuvo hasta que fueron pasados , los cuales fueron a sentar reales cerda Carrioncillo, ques una legua de Medina..."

Probablemente ni antes ni después pasó esta villa en verano de tanto sobresalto como aquel de 1441. No sufrió un asedio completo y prolongado que la incomunicara con el exterior y que la privara de todo abastecimiento, pero presenció a sus mismas puertas "a dos tiros de batalla", durante todo el mes de junio, la enconada lucha sostenida por las mesnadas guerreras que seguían al rey de Navarra, a cuyo señorío pertenecía, y al Rey de Castilla que con tan alto título la había tomado, no siendo los medinenses meros espectadores de la mortal contienda, porque la pasión o la necesidad los llevaría a militar con hechos y con efectos en los encontrados bandos, y a soportar el vencimiento o compartir la victoria.

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50. - Avenencias frustradas.

Una particularidad, muy peculiar en aquellos tiempos, era que, mientras tanto, se encontraban en Santa María de las Dueñas (las Reales), la reina de Castilla Dª. María, y Dª. Leonor, exreina de Portugal, hermanas del de Navarra, con el Príncipe de Asturias, el que después fue Enrique IV, desposado ya con Dª. Blanca de Navarra, quienes con tan poderosas credenciales no cesaban de interponer sus buenos oficios de mediación, rogando y suplicando, por mediación y ministerio del medinense Fr. Lope de Barrientos, "para que, si a Dios Pluguiere, los escándalos y males que estaban comenzados se atajasen". Tan patrióticos y santos deseos no fueron del todo ineficaces; lograron al menos que el pleito se resolviera por tratos más que por armas.

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51. - Entra en Medina el de Navarra.

Dichos tratos condujeron a una solución más favorable para el de Navarra, que pudo concertarse con los que dentro de la villa sostenían su causa y, burlando la vigilancia de los contrarios, se abrieron las puertas entrando victorioso en ella, la víspera del día de San pedro (2). Como el propósito de los rebeldes no era eliminar al Rey, sino al prepotente Condestable, éste, cuando vió su causa malparada, con los más comprometidos de los suyos, confió a la huida su salvación, y de este modo la jornada, que pereció terminar en choque sangriento, se resolvió en amigable componenda. Las egregias personas que en el monasterio de las Reales habían ejercido el oficio de pacificadoras, pasaron al palacio de la Plaza para acurdar, com plenos poderes recibidos del Rey, una sentencia arbitral que trajera la paz a Castilla.

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52. - Exoneración de D. Álvaro de Luna y otras consecuencias..

"No fue aquello avenencia de partidos sino triunfo del más osado, prosigue Quadrado, y escarnio de la Majestad Real, a quien tuvo cautiva a vuelta de pérfidos homenajes, imponiéndole sus consejeros y sus criados y convirtiéndola en instrumento de su tiranía,. Sacudióla en un momento de vigor Juan II, huyendo de la fortaleza de Portillo: reconociéndole Medina del Campo por su único señor, y a finales de 1444, le vio reconciliado ya con su hijo, en medio de sus Cortes, solicitando medios para abrir contra los sublevados la campaña que había de terminar con la victoria de Olmedo (año 1445). Por última vez le recibió en 1453, enfermo de cuartanas, devorado de remordimiento por la acerva paga que a los servicios de su fiel privado (D. Álvaro de Luna) acababa de dar, sin que los conocidos lugares ni el acostumbrado clima devolviesen el vigor a su cuerpo, ni a su espíritu la serenidad"

"Tiempos que más tranquilos y más degradantes escenas alcanzó a presenciar en el siguiente reinado: traiciones, revueltas, impunidad, disoluciones y escándalos en la Corte y castigado con el suplicio y el desgraciado Alonso de Córdoba, el delito de enamorar a la querida del Rey; Catalina de Sandoval. Solo de éste se mostró celoso Enrique IV; su esposa, su cetro, lo abandonaba a sus válidos; sus dominios a las facciones, repartiendo con profusa mano entre sus insaciables ricohombres lo poco que le restaba. Mientras que allí distribuía Condados y Señoríos, se enarbolaba en el castillo de la Mota la bandera de rebelión a nombre del arzobispo de Toledo, y la villa, sujeta a todo estrago, iba a perderse sin recurso, cuando entró victorioso el ejército Real a quien por segunda vez en Olmedo había favorecido la victoria. Allí pasó el rey Enrique la noche que siguió a su único triunfo, allí oyó benévolo las proposiciones conciliadoras del Nuncio Pontificio, allí en la inacción deshacerse hoja por hoja, su efímero laurel, hasta que al fin tuvo de firmar las capitulaciones, mediante las cuales fue cedido con otros aquel rico pueblo a su hermana y heredera."

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53. - Nuevas revueltas.

Menester es ampliar también la referente a las vicisitudes por que pasó Medina en las revueltas precursoras de la segunda batalla de Olmedo. Así como contra Juan II, o su condestable, se juntaron los nobles descontentos alrededor del señor de Medina y rey de Navarra, así ahora contra Enrique IV surgió la poderosa liga que agrupó a los poderosos magnates que se propusieron destronar al Impotente y entronizar a su hermano el príncipe D. Alonso. Precisamente nuestra villa fue escenario , enero de 1465, de la Junta Arbitral que se celebraron representantes de los opuestos bandos para llegar a una componenda que evitase mayores estragos, en virtud de la cual el Rey, deshonrándose así mismo, reconoció como legítimo heredero a su hermano, en perjuicio y desdoro de su infortunada hija la Beltraneja, reconocimiento anulado más adelante en vista de las crecientes exigencias de los de la Liga. Personaje relevante de éste era D. Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo, a cuya ten3encia había venido el castillo de la Mota, pero no así la villa que permanecía fiel a Enrique IV. Anómala situación, solo realizable en aquellos tiempos, que los que dominaban el castillo no dominaran a la vez la villa cobijada a sus plantas; más todavía, ésta fortificó las iglesias adosadas al primer recinto amurallado, San Juan de Azogue, San Salvador, Santa Cruz (4 R., 5 R. y 3 R.) y otras muy próximas, San Llorente y Santo Domingo de Silos (6 R. y 7 R.), y desde ellas hostilizaban a los ocupantes de la Mota y se amparaba de sus acometidas. Situación comprometida de la que solamente se libró cuando vio entrar a los leales victoriosos de la batalla de Olmedo, 20 de agosto de 1467(3).

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54. - Corte de Enrique IV.

Fue entonces Medina residencia del Rey. En ella recibió al Nuncio que el Pontífice Paulo II le envió para amonestar a los prelados y caballeros rebeldes; encargo que no pudo cumplir satisfacción porque, queriendo exhortar a los confederados a que se redujesen a la obediencia del Rey, fue insultado entre Medina y Olmedo tratadon con el mayor vituperio y aún llegó a correr ri4esgo su persona. Tal era el descontento y la falta de autoridad que se advería entonces por todos los ámbitos de Castilla y que no remedió, por cierto, el triunfo logrado por los leales harto efímero en verdad, pues sus contrarios, aperentemente vencidos en Olmedo, recobraron ánimos suficientes para caer sobre Segovia y adueñarse de la ciudad más adicta al Rey.

Años adelante, en el verano de 1470, presenció también Medina la llegada de una embajada francesa presidida por el cardenal de Albi y escoltada por 250 lanzas. Llamada por Enrique IV, que deseaba desvirtuar el matrimonio celebrado por su hermana Dª. Isabel con D. Fernando, venía a negociar el casamiento del heredero de Francia por la pretensa princesa la Beltraneja.

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55. - Lucha de Medina contra Fonseca.

En 1473 vense precisados los medinenses a luchas de nuevo contra sus molestos vecinos dos dueños de la Mota, ahora en poder de Fonseca, quien la heredó de su tío el arzobispo de Sevilla, y candados de aguantar los constantes daños que de ella recibían, proyectan condenarla al pico destructor. Así lo testifica Fernando de Pulgar: "Aquella villa, viéndose opresa de aquella Mota, acordaron de la derribar, e para esto tomaron por ayudador al alcaide de Castronuño, el cual con los de la villa y los de la villa con él, la tienen ya en algún aprieto con propósito de la derribar, e aun daban alguna suma por ello. El Fonseca viéndose así e a su Mota en algún estrecho, trató con la villa que le diesen alguna equivalencia e les daría la Mota para la derrocar, e para esto que llamasean al señor duque de Alba, porque el Duque la tuviese en las manos fasta que la villa cumpliese la equivalencia que al Fonseca había de ser dada; y esto todo se trató sin lo saber el alcaide de Castronuño que la tenía cercada. Y así se hizo. Vino el duque de Alba con gente y entró por una puerta de Medina y el alcaide se fue por otra e alzó el cerco, e tomó el Duque la Mota en sí; unos dicen que para la derribar como la villa lo desea, otros que para la tornar a Fonseca como él lo quería...". "Lo cierto es, continúa ya Quadrado, que al presentarse en 1475 Fernando y Isabel, recién coronados en Segovia, creyó no poder tributarlos don más grato que aquellos muros que ponían en sus manos la población más opulenta de Castilla y la más importante para las necesidades de la guerra".

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56. - Advenimiento de los Reyes Católicos.

Los tres brazos del Reino, reunidos en Cortes, últimas que se celebraron en aquel punto, ofreciéndoles la mitad del oro y plata de las iglesias de sus dominios por vía de anticipo, hasta lograsr la victoria, que no se hizo aguardad por largo tiempo. Las ovaciones de Medina fueron las primeras que recibió Fernando V al volver triunfante de los campos de Toro; y el primer uso de la adquirida fuerza, que le permitía ser clemente, fue el perdón concedido a los poderosos hermanos Girones, el conde de Ureña y el maestre de Calatrava. Desde entonces apenas transcurrió un año sin que los Reyes Católicos visitasen su amada villa; de su permanencia le dejaron notables fechas: en 27 de septiembre de 1480, la creación del formidable tribunal del Santo Oficio y el nombramiento de los primeros inquisidores; en 27 de marzo de 1489 la salida para su gloriosa carrera de lides y conquistas hasta descansar en la Alhambra; en 1494 su triunfal regreso de Granada; en 1497 las conferecias con el embajador francés en que se ventilaban los despojos de dos coronas, la de Nápoles y la de Navarra. Sin embargo en aquel periodode glorioso lucieron días desastrosos para Medina, el 23 de febrero de 1479, el 16 de julio de 1491, el 7 de septiembre de 1492, en que las llamadas con una insistencia, que más parece obra de malicia que de casualidad, amenazaron devorarla toda, consumiendo esta última vez lo que la liberalidad de Isabel la Católica acababa de reedificar..."

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57. - Muerte de Dª. Isabel.

"Todos estos memorias las eclipsa las del fallecimiento de la Infanta Isabel (4). Un denso velo de tristeza pesaba sobre la Corte en el año 1504; la Princesa por fin había paretido a Flandes, separándose de su madre para no volverla a ver; la infanta Magdalena, hija de los reyes de Navarra, Catalina de Foix y Juan de Albret, educada durante ocho años al lado de la Reina Católica, no con la desconfianza de rehenes, sino con natural efecto, acababa de morir en la flor de su primavera; el Rey apenas convalecía de su grave enfermedad, cuando su esposa en el verano se sintió atacada de la hidropesía que a los 53 años debía conducirla al sepulcro. Madre tan desgraciada como Reina venturosa, había perdido sucesivamente a su único hijo varón, a su primogénita, a su nieto; y de tantos Reinos, de tantas conquistas dejaba por heredera a una infeliz demente. Al apercibirse de su próximo fin, en 12 de octubre, dictó su testamento, página la más tierna y sublime que haya subscrito jamás mano sobrenana, y continuó sin tregua ocupándose del bien de sus vasallos hasta el 26 de noviembre, en que a la hora del medio día expiró tan santamente como gloriosamente había vivido. El luto que vedó a sus pueblos se encargó de mostrarle el cielo. lloviendo a mares semanas continuas, al salir para Granada su cadaver y burlando sus modestas prevenciones acerca de la sepultura, que tanto contrastan con la vanidad de Barrientos. La Historia, más unánime que nunca tal vez en su admiración y en su cariño, ha tomado de su cuenta la inscripción. La efigie y el monumento"

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58. - Proclamación de Dª. Juana

"Luego que la católica Reina murió --cedemos la palabra a Ossorio, pág. 153-- la primera villa y parte donde se levantó el estandarte Real por la Casa de Austria fue Medina del Campo; porque como en ella murió la Reina, el Rey D. Fernando, acabadas las reales exequias, junto a todos los grandes que estaban en Medina para dar orden de levantar el estandarte Real por el heredero de estos Reinos; y visto que no había otros más propicios a la sucesión de ellos que el príncipe D. Felipe de Austria, primero de este nombre, por estar cadado con la princesa Dª. Juana, hija y heredera de la Reina Católica, que a la sazón estaba en Flandes, estando hecho en la Plaza Mayor, delante del Palacio Real y cerca de la Iglesia Mayor un teatro muy autorizado, el duque de Alba, con acuerdo del Rey y de los Grandes, levantó el estandarte, hizo las ceremonias que en estos Reinos se acostumbraban hacer en semejantes casos por los herederos de él, y acabó esto, se despachó a Flandes, donde estaba el Rey, para que viniese a tomar posesión de estos Reinos..."

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59. - Mercedes concedidad a Medina por los Reyes Católicos.

Entre las señaladas mercedes con que los Reyes Católicos distinguieron a Medina se cuenta la concedida por privilegio rodado en 23 de agosto de 1477 "por haber ayudado a echar el adversario de Portugal de este Reino y defender la ciudad de Zamora, villas de Castronuño, Cantalapiedra, Cubillos y otros servicios que de esta villa y de los vecinos de ella hemos recibido.... que en ningún tiempo del mundo, para siempre jamás, no paguen pecho ni martiniega ni monedad foreras ni otros pedidos... por ser nuestra voluntad que esta villa se acreciente y que no le sea el dicho pecho ocasión de su disminución y desaumento". Por carta de 27 de marzo de 1489, queriendo que Medina fuera más y más ennoblecida, después de moderar los salarios que el Concejo pagaba a los regidores y demás oficiales, mandaban que el resto del producto de sus abundantes Propios se destinase a cercar la villa y a enlosar sus calles. Por otra de 9 de agosto de 1491 le hicieron franca de alcabala de "toda e cualquier madera para que mejor y más prontamente se reedifique y reparase" lo destruido por el incendio de aquel año (5). en 1493 dieron una disposición para que se reparasen los muros y cercas regulando la altura que debían tener las casas; en mayo de 1494 otra para que se empedrasen las calles; en octubre del mismo año otra sobre compostura de las fuentes, puentes, y albercas; en marzo de 1495 para que se estableciese una lonja a costa de las penas de cámara, y el 27 de mayo de 1500 una Real cédula por la que se concedía que la villa, de sus Propios, invirtiera 25.000 maravedises en la construcción de unas carnicerías que no fueron realizadas hasta 1562. V. Apéndice V.

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60. - Canal de Isabel la Católica.

De más trascendencia era otro beneficio que, no por haberse frustrado, hemos de regatear el aplauso al propósito, que era mejorar y engrandecer a Medina. La más positiva desventaja que tuvo siempre nuestra villa fue su emplazamiento en ambas orillas del curso lento y cenagoso del Zapardiel; motivo por el cual, el paludismo fue siempre huésped molesto e indeseable, y preocupación constante de los medinenses al aminorar su pestífera influencia. La Reina Católica tan encariñada con Medina, participó sin duda de esa preocupación, y de ahí nació el proyecto de traer las aguas del Adaja para beneficiar la corriente mísera del Zapardiel y sanearle. No es aventurado además afirmar que en la ejecución de tan elevado propósito entrara también la idea acariciada por Dª. Isabel de convertir a este emporio castellano en capital del Reino unido de Castilla y Aragón, pues bien cabía en su genial perspicacia y en su profundo sentido político, que siendo Medina el centro de la vida mercantil, tenía mucho adelantado para serlo del gobierno.

Quadrado nos dice que en tiempos de D. Juan II "se desintió del proyecto de traer /al Zapardiel) nuevos caudales, cegando la zanja abierta para este objeto" Ni en la Crónica de este monarca, ni en las demás historias coetáneas se lee, a lo que parece, semejante afirmación. Ossorio en cambio nos asegura que tal proyecto fue de los Reyes Católicos; que el agua corrió tres días por esta villa; que reventó el atajo o presa y volvióse el agua a su curso; que esto le dio mucha peña a la Reinay lo fue a ver y mandó que se hiciese otro atajo más abajo de aquél y otra nueva zanja que viniese a la que estaba hecha, llevándose Dios entonces a Dª. isabel, y como se había gastado mucho, aflojaron y dejáronlo así, y " yo he platicado con hombres de esta villa y de la tierra de Olmedo, personas ancianas, y me dijeron que habían oído decir a sus mayores, y que alguno de ellos trabajaron en la zanjas y ganaban el jornal a 14 y 16 maravedises cada día, y como no hubo efecto, el vulgo hizo su oficio, como suele en semejantes casos, y compuso una chanzoneta que cantaban los muchachos por las calles, que decía así:

"Casan Adaja con Zapardiel,
No quiso ella.
Por ser chico él". (pág. 145).

El testimonio de Ossorio parece irrecusable, y los vestigios persistentes de los dos canales, o cavas, que no han sido cegados sino parcialmente y por la acción del tiempo lo hacen innegable. El fracaso pudo obedecer a la muerte de la insigne protectora, y a la dificultad de hacer una presa consistente en el Adaja, o quizá, el convencimiento, nacido a posteriori, de que la mayor corriente no iba a modificar, mejorándole, el pantanoso curso del río, ni su escasa vertiente, tanto más cuanto que la confluencia de la Adajuela con el Zapardiel tiene lugar pasado el caserío, y por tanto se evita el curso de éste, menguado y pestilente, por la villa. Con todo la cava seguirá siendo perenne monumento demostrativo del interés de la gran Reina por Medina. Poco nos enaltrece, ciertamente, que esa frustrada obra de canalización haya sido la última practicada en toda la comarca, y que hayan transcurrido 400 años sin dar una azadonada en la cuenca del Zapardiel para regar los campos sedientos o para redimir a los pueblos del consabido labajo, donde fermenta la ponzoña que los diezma.

NOTAS

El autor no hubiera deseado poder consultar todas las crónicas que, más o menos, son fuente de los hechos históricos desarrollados en este capítulo. Solo he podido hacerlo con las de Enrique III por Pedro Barrantes y Maldonado y la de Juan I, atribuida a Fermín Pérez de Guzmán. Por resto ha preferido atenerse a lo divulgado por Quadrado y a los testimonios de los cronistas locales y de los que copia D. Ildefonso Rodríguez en los capítulos V, VI y VII de la segunda parte.

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(1) - Las aldabas están, en efecto, clavadas en la puerta; pero las cadenas no están ni estuvieron nunca en la iglesia. Las que se supone trajeron los medinenses de las Navas de Tolosa sí que estuvieron de pretil en el puente de Cadenas (V.IIN.e).

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(2) - Por no carecer de interés las peripecias de aquellas jornadas, vea el curioso lector cómo las cuenta el citado cronista Fernán Pérez de Guzmán (Año XLI, Cap. XXIII...): "...vinieron a sentar su real a la dehesa que es a dos tiros de ballesta de la dicha villa, E llegaron allí jueves ocho días de junio..., e luego otro día viernes se hizo una grande escaramuza, en la cual murieron de los de la villa e del real catorce hombres... E luego el sábado siguiente... travose una grande escaramuza, en la cual murieron e fueron feridos asaz hombres, ansí de la una parte como de la otra... Como las cosas iban todavía en gran rompimiento, continuamente había escaramuzas entre los de la villa e los del real; una grande cerca de unos molinos de viento que están junto con el camino de Tordesillas... e fueron muchos feridos e presos... Otro día tuvo nueva el rey de Navarra que cierta gente del Condestable que estaba en Cantalapiedra, venían con cierto recuage a se meter en Medina. E luego mandó salir hasta trescientos de caballo del real, los cuales ovieron topamiento con la dicha gente e salteáronlos e tomáronlos setenta acémilas cargadas, en las cuales venía asaz joyas e cosas de valor... E un día víspera de San Pedro asentóse el trato para que el rey de Navarra y el Infante e los caballeros de su valía pudiesen entras en la villa. Este trato asentaron Álvaro de Bracamonte e Fernán Rejón, que eran dos caballerosde la cada del rey de Navarra e tenían gran parte en la villa; asentáronlo con algunos vecinos de la villa que darían la entrada por la puerta de Santa María la Antigua, donde ellos velaban... La ronda de dentro de la villatenía aquella noche el Condestable y el Arzobispo su hermano, los cuales no rondaron por sus personas y encomendaron la ronda a algunos suyos, los cuales no rondaron también como debían. E los que tenían el trato con Álvaro de Bracamonte e con Fernán Rejón, rompieron el muro por aquella parte do tenían concertado, e luego entraron en la villa con los dichos Álvaro de Bracamonte e Fernán Rejón hasta 600 hombres de armas. Esto sería media hora antes que amaneciera, e luego fue rompida otra parte de la cerca hasta la puerta de Santiago, que era frontero del real, por donde entraron el rey de Navarra y el Infante e los otros caballeros de su valía que serían 5.000 de caballo entre ginetes e hombres de armas. Desque el Rey lo sintió, que estaba aposentado en su palacio, armose de unas hojas e arnés de piernas e un bastón en la mano, e cabalgó encima de un trotón, e un page en pos de él que le llevaba el adarga e la lanza e la celada. E mandó a juan de Silva, su alférez, que sacase un pendón real: e así salió de palacio e se puso en la plaza mayor de santantolín... Estando el rey en la plaza e su pendón real cerca dél, supo como ya la gente del rey de Navarra entraba por la calle de San Francisco, y el Rey fue luego contra ella, y llegando cerca de la fuente, dijéronle que entraba por la calle de la Rúa, e llegaron cerca de la puente de San Miguel, el Rey mandó al Condestable que se fuese, pues veía que le cumplía de ser ir, pues que la villa era entrada y era cierto que la persona principal contra quien el rey de Navarra y el Infante e los otros caballeros iban era él...; e así el Condestable tomó licencia del Rey y se partió e fueron con él el Arzobispo su hermano y el maestre de Alcántara. El Rey se volvió para la plaza con la gente que le quedaba, que serían hasta quinientos hombres de caballo, que toda la demás de la gente estaba retraída en sus posadas, que no osaban dellas salir. El Condestable, partiéndose del Rey, toparon él y los que con él iban con gente del Almirante en la Zapatería, y rompieron por ellos y pasaron adelante que no fueron conocidos, e saliéndose por la puerta del Arcillo, e continuaron su camino. El Rey llegóse con su gente a la entrada de la calle de la Rúa porque le digeron que en la plazuela de San Juan estaban el rey de Navarra y el Almirante y el conde de ledesma. Y estando así dijo el arzobispo de Sevilla al Rey: Señor, enviad por el Almirante. El Rey desque conoció... que habían poca gana de pelear los que con él estaban, envió a él al Arzobispo e habló con él un poco e trajo al Rey e besóle la mano e volvióse lego al rey de Navarra e al Infante D. Enrique, e ovieron un poco hablando; el rey de Navarra y el Infante e todos los otros caballeros que con él venían, fueron hacer reverencia al Rey..., e fueron todos con el Rey hasta la puerta de su palacio, e desde allí tomaron su licencia y se volvieron al real; como quiera que muchas de sus gentes quedaran en la villa, los cuales andaban robando todo lo que podían haber de la gente del Condestable y del maestre del Alcántara y de sus parciales. E allí vinieron luego las reinas de Castilla y de portugal e con ellas el Príncipe, e hablaron con el Rey gran pieza, e aposentáronse en el mesmo palacio. E luego la Reina y el Príncipe mandaron que luego se fuesen de la Corte todos los del Condestable D. Álvaro de Luna y asimismo todos los oficiales de la cada del Rey, porque estaban puestos por la ,mano del Condestable...".

El poeta Juan de Mena, cortesano de Juan II que tuvo el buen gusto de acompañarse de artistas y literatos, fue testigo presencial de los sucesos relatados y los describió en esta forma tan lisonjera y halagüeña para el Rey:

Vi la furia civil de Medina
E vi los sus muros no bien foradasos,
Vi despojadores e vi despojados
Hechos acordes en paz muy aina;
Vi que a su Rey cada cual inclina
Yelmo y cabeza con el estandarte,
E vi dos extremos hechos una parte
Debajo la justa Real disciplina.

Y aludiendo al espanto que produjo la voz de Jesús en el huerto sobre los que con Judas iban a prenderle, continúa:

Y como aquel pueblo cayó casi muerto
Así en Medina veyendo tal ley,
Vista la cara de nuestro gran Rey,
Le fué todo llano e allí descubierto.

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(3) - Diego de Enríquez de Castilla en la Crónica del Rey Enrique IV, cap. XII y XIII, nos da interesantes pormenores de aquellos acontecimientos: "Fué acordado por el Rey con toda su cortese fuese a la villa de Cuellar, y la Reina y la Infanta Dª. Isabel se quedasen en Segovia. La ida del Rey pareció necesaria. por mostrar no tanto que se acercaba contra sus enemigos,que estaban el Olmedo, como por hacer espaldas a los de Medina del Campoque de continuo peleaban contra el alcaide de la Mota, que estaba por el arzobispo de Toledo, rebelde contra el Rey. A cuellar acudieron ciertos escuderos de Medina a pedir ayuda contra el alcaide que los perseguía y hacía grandes daños desde la fortaleza, porque se diesen al principio don Alonsoque Rey se decía. El Rey D. Enrique con los caballeros de su Consejo acordaron socorrer a los de Medina del Campo, y les dijo que se barrease la villa. D. Pedro Velasco, por mandato del conde su padre, vino a ofrecerse al Rey con 400 hombres de armas y 300 ginetes, dispuestos a socorrer a Medina; aceptó el Rey; le mandó a recoger sus soldados y se fue a Segovia, a donde recogió más gente, y llamó mandar a don García Álvarez de Toledo, conde de Alba; éste contestó que vendría, pero que necesitaba medio cuento de maravedíes, y el Rey mandó dárselos".

"En tanto que la gente se allegaba, los combates de Medina del Campo contra el alcaide de la Mota, estaban de tal manera que daca día llegaban a pelear unos contra otros, donde peligraban de cada parte, pero los de la villa tenían ciertas iglesias fortalecidas alrededor de la Mota donde se defendían de la salida de sus contrarios a la villa. Como el príncipe D. Alonso, Rey que se decía, estaba en Olmedo con los caballeros e perlados de su partida, daban favor e hacían espaldas al alcalde de la Mota, e a los de la villa no solamente estaban con temor, más en peligro que una noche vendrían de salto y darían sobre ellos e los destruirían. Enviaban los de la villa continuos mensajes al Rey, pero esperando éste al conde de Alba y a D. pedro de Velasco, les decía que se fuesen defendiendo y llegando el de Velasco a Cuellar con 700 rocines y asaz peonaje, él y el duque de Alburquerque escribieron al Rey que sin esperar más al de Alba se viniese con los suyos para socorrer a Medina, y así se fueron todos hacia Medina y por delante de Olmedo. El Rey quería evitar la batallapor los daños y muertes, pero el arzobispo de Toledo, el Príncipe y los suyos acordaron salir a resistirle. Ganada la batalla de Olmedo por los suyos, el Rey mandó a su cronista y a su corte aposentarse a Medina, y él entró en ella ya de noche, y se mandó a los de la villa que se pusiesen guardas grandes contra los de la Mota, para que no pudiesen salir. Al día siguiente se hizo procesióndesde San Antolín a San Andrés con las banderas ganadas, y estuvieron colgadas delante del altar mayor algún tiempo".

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(4) - Quadrado estampó la duda sobre el lugar de fallecimiento de la Reina isabel. Sabemos ya con toda certeza que murió en el Palacio Real. (V. 31 R. a).

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(5) - La persistencia de los fuegos fue una inquietante `peocupación de Reyes y regidores. En 31 de octubre de 1494 autorizaban aquellos para tomar 100.000 maravedises sobre los rentas con destino a los atajos que se mandaron hacer en evitación de los fuegos. Tales atajos consistían en muros de altura dominante sobre las casas, que separaban cada manzana en dos, tres o más sectores, con el objeto de circunscribir la acción devastadora. La construcción de esos muros, iniciada en esa fecha, se acometió con más decisión después del desastroso incendio provocado por la guerra de las Comunidades. El 3 de julio de 1521 se formularon unas ordenanzas por las que se daba mayor impulso a la edificación de los atajos y se organizaba un servicio permanente de velas o centinelas que vigilaran el cumplimiento de las mismas para prevenir nuevos desastres.

Quince mil maravedises se libraban cada año al cabildo de carpinteros por su actuación en la extinción de incendios; y periódicamente era objeto de atenta visita por parte del regidor comisario para comprobar si los aguatoches, hachas de cera, de hierro y demás herramientas estaban convenientemente aderezadas.

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